Jessica Villanueva es directora técnica de inversiones de impacto en MEDA, y Jennifer Denomy es directora técnica de igualdad de género e inclusión social. Para resaltar el tema ‘Break the Bias’ en el Día Internacional de la Mujer de este año, han hablado sobre los puntos de coincidencia de sus dos áreas técnicas y lo que esto significa en el trabajo de MEDA.

Jen: La inversión con enfoque de género se está convirtiendo en algo cada vez más común. ¿Cómo crees que el género y las inversiones podrían encajar?
Jessica: El acceso a los recursos financieros es la capacidad de obtener capital para apoyar y estimular el crecimiento económico. Pero cuando se integra el género en el proceso de decisiones de inversión, se trata de entender cómo una inversión puede contribuir a la igualdad de género, lo que significa que todos y todas puedan tener acceso al capital, independientemente del género. El enfoque de género es importante en la estrategia general de MEDA orientada a empoderar a las personas históricamente marginadas, especialmente a las mujeres. Para esto, animamos a las entidades crediticias, los bancos y otras instituciones a otorgar créditos a las emprendedoras y a las empresas que son propiedad o están dirigidas por mujeres, de manera que estas puedan obtener acceso a los mercados y a financiación que les permita desplegar todo su potencial. Se trata de ampliar deliberadamente nuestra (y su) zona de confort para tomar decisiones de inversión más apropiadas que se orienten a obtener resultados específicos. Creemos que las metas, pero también el proceso para conseguir esos resultados es igualmente importante.
La inversión con enfoque de género implica la consideración de prejuicios de género, las dinámicas de poder, las oportunidades y la percepción de riesgos en las inversiones. En esencia, la inversión con enfoque de género incorpora un análisis de género además de un análisis financiero y de impacto para mejorar la toma de decisiones y que eso se traduzca en mejores resultados económicos y mayor igualdad de género.
Jen: Está bien documentado que tener en cuenta el género cuando se toman decisiones empresariales y financieras tiene un impacto positivo. Aun así, existe una importante brecha de género en el capital disponible para las empresas dirigidas por mujeres. ¿Por qué piensas que persiste esta brecha y cómo se podría cerrar?
Jessica: De hecho, disponemos de muchos indicadores y datos sobre cómo la integración de género conlleva un mayor impacto. Por ejemplo, el informe “Diversity Wins” 2020 de McKinsey & Company reveló que las “empresas cuyos consejos de dirección se situaban en el cuartil superior en diversidad de género tienen un 28 por ciento más de probabilidades lograr un mejor desempeño financiero” y estas correlaciones son estadísticamente sustanciales. Si ya sabemos esto, ¿por qué la brecha sigue siendo tan amplia? Desde mi punto de vista, se debe a que el sector de las inversiones no sabe realmente cómo integrar un enfoque de género. Por naturaleza, la mayoría de los inversores identifican oportunidades y evalúan riesgos. Las percepciones de riesgo pueden verse influidas por los prejuicios y las percepciones de oportunidad pueden ser expresiones de privilegio. Criterion Institute, un “think tank” sin fines de lucro, examina cómo mejorar el ámbito de la inversión con enfoque de género a través del análisis de las dinámicas de poder y el privilegio en el proceso de inversión. Esto requiere un replanteamiento de las prácticas recomendadas de inversión, en concreto, la incorporación de datos de organizaciones de justicia social y de género que operan en este espacio. Los inversores no saben cómo hacerlo o con quien trabajar para obtener ayuda en este proceso, y piensan que los expertos en género no entienden las necesidades de inversión. Además, creen que recopilar estos datos e incorporarlos en la toma de decisiones resultaría demasiado caro.
Jen: Afirmas que invertir con un enfoque de género requiere un cambio de mentalidad. Sin embargo, reorientar la mentalidad de un sector es difícil y requiere tiempo. ¿Cuáles serían los factores de cambio y cuáles son las áreas donde este cambio sería más lento?
Jessica: Ahora mismo, el sector de las inversiones quiere que quienes asuman el cambio sean las empresas dirigidas por mujeres. Los inversores no quieren cambiar. En algunos de nuestros proyectos, intentamos cambiar esta idea y adoptar un enfoque diferente. Estamos probando la hipótesis de que no necesitamos reformar las empresas; necesitamos reformar la manera en que se proporciona el capital. No obstante, esto no sucede a la velocidad que esperábamos. Ha resultado tan difícil cambiar las políticas y procedimientos de nuestros socios de fondos de inversión que hemos vuelto a la idea de adecuar las empresas. Estamos trabajando con las empresas para hacer cambios que les permitan beneficiarse de la financiación, y también trabajamos con los socios de inversión para ajustar sus procesos.
Jen: ¿Por qué es tan difícil que un socio cambie?
Jessica: Se trata básicamente de poder y privilegio. El poder siempre está relacionado con quién tiene el capital y el privilegio determina quién tiene acceso al capital. Los inversores contribuyen a este problema. Los inversores quieren una cartera que tenga ciertas características en términos de retornos financieros, lo cual es razonable, en mi opinión. Buscan una sólida línea de empresas listas para la inversión. Esto nos remite a quiénes proporcionan el capital a los gestores de fondos y a su nivel de influencia. ¿Piden a los gestores de fondos que adopten consideraciones de igualdad de género o aceptan el statu quo?
Por lo general, cuando hacemos el trabajo incluir las consideraciones de medioambiente, sociales, y de gobernanza (ESG por sus siglas en ingles), este se lleva a cabo en el nivel empresarial. Por ejemplo, preguntamos si las empresas han implementado diferentes políticas para la contratación y retención de mujeres y si disponen de políticas medioambientales. Pero no preguntamos si el inversor condiciona el capital a que actúe como factor de cambio. El problema es que en toda la cadena de valor financiera, empezando por los donantes e inversores, el nivel de análisis en profundidad no es algo muy frecuente. Eso requeriría que los inversores se plantearan cómo están usando su poder para cambiar a aquellos que tienen acceso al capital.
Jen: ¿Qué aporta MEDA en este espacio que sea diferente o innovador? ¿Qué parte de nuestro trabajo te parece más interesante?
Jessica: Los equipos “en el terreno” y los socios de MEDA tienen un profundo conocimiento de cómo funcionan sus mercados, incluyendo la forma en que la inversión puede superar las barreras existentes en esos mercados. Este conocimiento se traduce en capacidad de analizar los problemas medioambientales y de igualdad de género, e identificar cómo obstaculizan el potencial del mercado y estimulan las desigualdades, y cómo la capacidad de inversión puede respaldar los cambios necesarios para que el mercado funcione. Usamos este conocimiento para influir en la forma en que los gestores de fondos evalúan a las empresas y proporcionan capital en respuesta a sus necesidades. Ejercemos presión para que tengan en cuenta quiénes toman las decisiones de inversión y quiénes forman parte de los comités de inversión. Por lo general, estos comités están conformados por hombres, con frecuencia radicados en la zona occidental. Trabajamos para fomentar una mayor diversidad entre los gestores de fondos (y que, por ejemplo, incluyan mujeres), especialmente cuando se trata de tomar decisiones que afectan a empresas dirigidas por mujeres.
Expandir la zona de confort es crucial para promover espacios participativos para la toma de decisiones en materia de inversión, con una diversidad de miembros que informen la financiación, especialmente en el proceso de selección de socios y la estructura de inversiones propuesta. Por ejemplo, una mujer empresaria o una organización de mujeres podría contribuir a una comprensión más cabal del nexo financiación-género, incluyendo los riesgos del mercado, las vulnerabilidades de la comunidad, etc. MEDA aboga por que estos “otros” actores se incluyan en mayor medida en la toma de decisiones de inversión.
Jen: Señalas que existen problemas en muchos niveles del ecosistema financiero y empresarial, por ejemplo, la escasez de mujeres en el nivel de toma de decisiones de los comités de inversión. Pero también en las empresas, las mujeres estarían haciendo un trabajo invisible que no se ve ni se reconoce. ¿Puedes explicarnos algo más sobre cómo esta invisibilidad se relaciona con el acceso de las mujeres a la financiación?
Jessica: En muchos sectores, el trabajo de las mujeres es invisible. Por ejemplo, en el sector del café y el cacao, las mujeres juegan un rol esencial. Sin embargo, debido a que sus maridos son los que llevan el negocio, no hay un reconocimiento del valor añadido que aportan. No estoy hablando de que se les pague por su trabajo, aunque eso también es importante. Pero en el café, hay fases en el proceso que se pueden aprovechar o negocios alternativos que las mujeres pueden acometer de forma paralela al procesamiento del café. Por ejemplo, el uso de productos derivados para añadir valor. En nuestro proyecto de Nicaragua, apoyamos a un grupo de mujeres que tienen el café como negocio principal. También producen productos secundarios como exfoliantes para la piel y productos para el cuidado personal. A veces, estos productos secundarios forman parte del balance contable de la empresa, pero en ocasiones son negocios informales que se añaden a los ingresos familiares. Es el tipo de rol que organizaciones como MEDA pueden tomar como referencia cuando se destaca la contribución de las mujeres.
Jen: ¿Cómo se traslada esta invisibilidad en la capacidad de las mujeres para atraer financiación?
Jessica: Lo que sucede es que los inversores compiten por una cartera. Compiten por invertir en la mismas empresas, pero dejan de lado todas estas otras inversiones que podrían ser válidas y rentables, pero que no son tan visibles. Parte del problema es que, muchas veces, el trabajo invisible que hacen estas mujeres no aparece ni siquiera en los balances contables. Así, las empresas dirigidas por mujeres están infrarrepresentadas proporcionalmente en cuanto a la inversión. Y los inversores no piensan que valga la pena buscar o evaluar empresas que parecen menos atractivas.
Jen: Parece que hay muchos factores que contribuyen a este problema: derechos de tierras, herencias, segregación ocupacional (es más probable que las mujeres que hacen negocios sean empresarias por necesidad y graviten hacia sectores menos rentables, como el sector servicios). Desde una perspectiva sistémica, todo esto contribuye a que haya menos empresas dirigidas por mujeres claramente susceptibles de inversión. Desde una perspectiva de género, ¿qué debemos hacer?
Jessica: Sí, definitivamente existen problemas sistémicos. Pero también está la responsabilidad individual. Existen muchos puntos en el proceso donde se pueden tomar decisiones para ser intencionalmente más inclusivas. Las diferentes personas y organizaciones tienen la responsabilidad de pensar en este tema y ser conscientes del impacto de sus decisiones. Tener claro donde pueden ser inclusivos y, por extensión, donde no. En MEDA, tratamos de influir en el ecosistema, entender quiénes disponen de poder y hacer que les resulte más fácil ser inclusivos. Y también ser más conscientes de las decisiones que toman los diferentes actores del ecosistema.